«Los brujos de las luciérnagas, descendientes de los grandes entrechocadores de pedernales, hicieron siembra de luces con chispas en el aire negro de la noche para que no faltaran estrellas guiadoras en el invierno.»
«Alrededor de los fogarones, la noche se veía como un vuelo tupido de pajarillos de pecho negro y alas azules… alimentaban la hoguera con espineros de grandes shutes, porque en el fuego de los guerreros, que es el fuego de la guerra, lloran hasta las espinas.»
«Un remolino de lodo, luna, bosques, aguaceros, montañas, lagos, pájaros y retumbos dio vueltas y vueltas y vueltas y vueltas en torno al cacique de Ilom y mientras le pegaba el viento en las carnes y la cara y mientras la tierra que levantaba el viento le pegaba se lo tragó una media luna sin dientes, sin morderlo, sorbido del aire, como un pez pequeño.»
«Se la llevaba en los pulsos cada vez más lejos. Habían pasado de sus pulsos más allá de él, más allá de ella, donde él empezaba a dejar de ser solo él y ella sola ella y se volvían especie, tribu, chorrera de sentidos.»
«Al sol le salió pelo. El verano fue recibido en los dominios del cacique de Ilom con miel de panal untada en las ramas de los árboles frutales, para que las frutas fueran dulces…»